Mis pelos, tus pelos

Este ejercicio era esperado hace rato. Poder fotografiar a alguien que tuviera muchos pelos, así fuera solo en el pecho, piernas y nalgas. Los vellos corporales han sido considerados como sinónimo de virilidad, aunque en la higienización de la cultura cotidiana han sido condenados y siempre terminan en los sifones, después de inclementes rasuradas. Guillet feliz, porque contribuyen a constuir unas estéticas de cuerpos ascépticos, casi infantiles, donde no se ven los rasgos de la adultez. Aunque ultimamente las cosas van cambiando.

Mi familia es heredera de pechos peludos y de piernas peludas. Esa fué nuestra estética, que en los setenta y ochentas los cuatro hermanos de la casa nos convirtieron en personajes peludos, donde tuvimos la fama de ser los mariachis, por las barbas y los bigotes, que fueron admirados y en ocasiones ridiculizados. Recuerdo que mi hermano mayor al montar cicla en el velódromo se rasuraba, como una condición para evitar las posibles infecciones ante las caidas en la pista de madera. También recuerdo el primer día que me quité el bozo, y luego las transformaciones que fueron surgiendo ante el imperativo social de afeitarse gran parte del cuerpo: Pecho, pubis, testículos, axilas…

La estética masculina poco a poco cambió. A partir de los noventa las miradas se concentraron en cuerpor limpios, claros, relucientes, y casi infantiles. En una obsesión por cuerpos higienizados, debían estar lo más limpios posibles, sin olores, sin texturas ni formas extrañas. Había que igualar los cuerpos, no se podía dejar que unos cuerpos privilegiados pudieran mostrarse más que otros. Sobre todo si los lampiños provenían de los paises del norte, donde los cuerpos parecieran tener menos vellos corporales. Independiente de ello, a nivel fotográfico los bellos agregan información gráfica muy interesante, que refiere a otros cuerpos, otras estéticas, otras formas de afrontar la corporalidad masculina.

Un tema central de esta forma de ver los cuerpos masculinos son las políticas de la representación de lo masculino. En época de crísis de la masculinidad, reaparece la hegemonía de las barbas, de los vellos, y de la venta de productos para el estímulo del crecimiento de los vellos. Ahora asistimos a un péndulo, que pasó de cuerpos lampiños a cuerpos peludos. Un péndulo que alimenta el mercado, y produce el deseo de la vida cotidiana.

Ahora mi cuerpo lleno de pelos, símbolo de resistencia de esa higienización de la cultura, se vuelve a ubicar en los lugares de las miradas que desean esa masculinidad esquiva y frágil de esta época.

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